El horno de la Matilde
Viendo la edificación totalmente reformada, cuesta pensar que en su momento este solar albergó un importante punto de encuentro en esta villa de Cantabrana.
Los mayores recuerdan los aromas del pueblo, aquellos que los acompañaron en su niñez, y hoy en edad madura, les retornan a aquellos momentos con añoranza. Nos centramos en este caso con los aromas que los hornos de leña desprendían y se agudizan en el duro invierno.
En lo que su día se le conocía como “el horno de la Matilde”, los vecinos del pueblo llevaban las sacas de trigo, que acarrearon desde las eras, y que posteriormente trasladaban al molino de Noé, regresando a casa con las sacas de harina. En sus casas elaboraban sus masas, y junto a la levadura que le había proporcionado Matilde, iban al horno donde cocían las hogazas de pan; hojaldres, tortas o mantecadas.

Con la crianza, los vecinos sacaban la manteca que utilizaban para los hojaldres, y con los chorizos preparaban los bollos preñados. De aquel horno salían esas hogazas que ya difícilmente se pueden encontrar, el buen pan que hoy tanto echamos de menos. En la villa de Cantabrana a mediados del siglo XX, solo se disponía de este horno, aunque anteriormente también era conocido el de la familia de Inocencia, aunque ya no se utilizó en las primeras décadas del siglo XX.


 
			 
			 
			 
			 
			